Uno

Y llegó la noche, de la forma menos planeada.

Con todos los posibles desenlaces, con todas las posibles respuestas.

El día no pudo ser peor, lleno de griterías, de lágrimas y de golpes a la vida.

Oscuro, lúgubre, triste... En años, jamás había sentido dolor tan fuerte como el que tuvo esa tarde.

Se partió en pedazos su alma, se volvió pedazos su mente y ni hablemos de la explosión en el corazón.

Quería desaparecer y sólo pudrirse en el erebo más lejano. Volverse un ovillo y simplemente, morir.

Cuándo de pronto, apareció ese punto de luz... Que guiándola por caminos, la empezó a sacar de ese bosque en el cual ella había encerrado su alma.

Ese punto de luz, que con su calidez, con su ternura la empezó a envolver...

Y ella, siguió caminando, chuzándose, desgarrándose, pero haciéndose más fuerte.

Siguió ahí, apoyada por la paz, la tranquilidad, el alma abierta...

Y esa luz, iba creciendo, recogiendo su corazón hecho pedazos para ir uniéndolos, con ese cálido abrazo, con esa suave y tenue tranquilidad que emanaba.

Y pedazo tras pedazo... minuto a minuto, la luz logró mostrar la claridad del día, ver que las tinieblas no eran más que pequeñas ramas que ella misma ponía.

Y sin preguntar, ella dio la respuesta que necesitaba decir. La que clamaba sus latidos.

Si.